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La dueña trabaja para una empresa de limpieza, mientras que su esposo es un hábil carpintero y ebanista. Compraron el granero, que fue construido en 1700, en 2005 con miras a que el marido lo renovara. Ellos mismos habían arreglado su cabaña anterior y el esposo estaba ansioso por un desafío más ambicioso. Se enamoraron del granero abandonado porque tenía vistas a los campos y era el epítome del idilio rural. Sin embargo, era prácticamente una cáscara, ¡con un árbol creciendo en el medio!
El marido hizo malabares con el trabajo a tiempo parcial con la renovación del granero. Se contrató a un arquitecto para que ayudara con el diseño y la distribución. A los propietarios se les había otorgado permiso de construcción para cuatro dormitorios, pero en su lugar optaron por tener dos dormitorios en suite. En la planta baja, optaron por un diseño de planta abierta para enfatizar el techo abovedado al crear un comedor y una sala de estar dramáticos.